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San Roque

San Roke (Otxandio)

La peste de 1597 debió golpear con tanta fuerza a la villa de Otxandio que su vecindario decidió construirle la ermita más grande del pueblo.

San Roque (Otxandio)
  • Cronología: s. XVIII (1780)
  • Estilo: Barroco
  • Municipio: Otxandio
  • Barrio: San Roke
  • Coordenadas: 43.03604, -2.65081

360º

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Visita libre

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San Roque (Francia, hacia 1350-hacia 1379) nacido en el seno de una familia noble, quedó huérfano siendo joven y decidió ofrecer sus bienes a los pobres y necesitados, para dedicar su vida a Dios y a la peregrinación –lo que a la larga le convertiría en patrono de los peregrinos–.

Cuenta la leyenda que viajó por varios puntos de Italia curando y atendiendo a enfermos de plagas y pestes, hasta que él mismo quedó infectado. Fue entonces cuando se retiró al bosque donde sólo contaba con la ayuda de un perro que le llevaba a diario pan y le lamía las heridas. Un día fue encontrado por el amo del perro, que lo ayudó, y después un Ángel lo sanó del todo. Por este motivo es el abogado contra la peste y demás epidemias. Y patrono de los profesionales de la salud.

Su devoción se extendió rápidamente por una Europa que, frecuentemente azotada por las pestes, necesitaba la ayuda de San Roque. Más en concreto, la peste de 1597, que afectó de forma muy dura al País Vasco, supuso la construcción de ermitas y altares dedicados al santo. Y una de ellas fue ésta de Otxandio –aunque más tarde, en 1780, sería rehecha–.

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Tradiciones y Ritos

Tradiciones y Ritos

Como en otras ermitas de la localidad en ésta se celebra misa el domingo siguiente a la festividad del patrono, el 16 de agosto; después el vecindario ofrece un hamaiketako. Antiguamente se hacía una novena previa –oraciones durante nueve días consecutivos–.

En honor a San Roque se cantaba un himno que aludía a la peste:

Erroke ona        

gagizuz gord      

gatx da pesterik 

arren gaur gu bere…                                                            

(Roque bondadoso, líbranos hoy del mal y de la peste también a nosotros)

Edificio

Es un amplio humilladero: una ermita sobre un camino abierta a los pies para permitir la vista del interior y el rezo sin necesidad de entrar.

Según Iturriza fue construida en 1597, con motivo de la peste, y posteriormente reedificada en 1780. Un edificio barroco, aunque muy austero, como es habitual en nuestras tierras.

Es de planta rectangular con un ábside más estrecho y bajo que la nave, marcado por un arco de medio punto y unas gradas. Los muros son de mampostería, al interior parcialmente enlucida, rematando con sillería las esquinas, vanos y arco del presbiterio. El suelo está sólidamente enlosado.

Se cierra con una vistosa cubierta de madera a cuatro aguas definida por tres cerchas, aunque la cabecera es de bóveda de lunetos. La iluminación es a través de dos ventanas adinteladas abiertas a mediodía, un óculo en el presbiterio y, sobre todo, el amplio acceso a los pies, a modo de medio punto enrejado en madera torneada. A la derecha de la puerta se encaja una vistosa pila de agua bendita, recorrida por gallones en su parte inferior y moldurada en la otra mitad.

Esta entrada se protege por un pórtico muy cerrado por los lados, protección contra los vientos. El vistoso suelo está empedrado con cantos rodados.

Como remate una espadaña para una campana, coronada por frontón triangular con cruz y bolas, todo muy típico del momento de la reconstrucción del edificio.

Esta ermita, amplia y bien acabada, es destacable dentro de su tipología. Está claro que la villa de Otxandio, expuesta a los contagios por su condición caminera, estuvo interesada en contar con la protección de San Roque.

Ajuar

Ocupa todo el espacio del ábside un retablo de banco, un piso de tres calles y ático semicircular.

Es un mueble neoclásico, quizás de principios del siglo XIX –poco más moderno que el edificio–.

La calle central va enmarcada entre pilastras compuestas acanaladas, y en los extremos debió tener columnas un poco adelantadas hoy desaparecidas. La hornacina principal, en medio punto y con guirnaldas, acoge un San Roque ataviado como peregrino y acompañado del perro que le entrega una hogaza de pan.

A los lados imágenes de Santa Lucía, con la bandeja en la que porta sus ojos, y una indeterminada santa con la palma del martirio. Como el San Roque, son piezas de madera y pasta policromada, de carácter industrial y muy posteriores al retablo (hacia 1900).

Como remate, en el ático, hay pintura del Crucificado sobre la ciudad de Jerusalén. Más arriba, entre rocallas, escena con la Trinidad. Lamentablemente todo muy desgastado.

Debajo está la mesa de altar original. De perfil sinuoso, lleva tondo al centro para bordón y calabaza –símbolos del peregrino–, rodeado por motivos de rocalla en verde. En el resto del mueble la policromía, bastante perdida, imita marmorizados en colores ocres y rojizos.

Un retablo modesto pero interesante, y que nuevamente nos recuerda el interés de la villa por mantener bien dotada esta ermita.

A los pies se ubica un banco, de factura popular seguramente barroco, con respaldo recto, varales torneados y los brazos de gracioso perfil ondulado que rematan en volutas.

El púlpito es un elemento más moderno, de madera en su color, de tablas recortadas planas que parecen querer imitar los barrotes torneados de la entrada.

Plaza de La Encarnación 9B
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